Nexo Europa (nº 231) - Huracán Trump
Es viernes y este es el número 231 de Nexo Europa, la newsletter de actualidad y análisis de asuntos europeos. Esta semana hablamos largo y tendido de las elecciones en Alemania y de cómo sigue sacudiendo a Europa el “huracán Trump”, y después tocamos distintos asuntos, como el Clean Industrial Deal, la cruzada de la primera ministra italiana contra los jueces o las nuevas negociaciones para formar Gobierno en Austria. Pero antes…
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Aunque voy a hablaros ahora de las elecciones en Alemania os recomiendo que os paséis por nuestro último capítulo de ‘Estación Europa’, el podcast de asuntos europeos que hacemos Laura Zornoza y un servidor. Damos algunas claves que completan mucho de lo que vais a leer ahora. Y además podéis divertiros viendo cómo sufrimos con nuestra pronunciación en alemán. Puedes escucharlo en Spotify, iVoox o Apple Podcast. El anterior capítulo lo dedicamos a los gigantes digitales y a qué puede hacer la Unión Europea ante ellos, que podéis escuchar pinchando aquí.
Alemania decide
Este domingo los alemanes decidirán sobre el futuro de su país y, en consecuencia, sobre el de Europa. Alemania es un actor clave en la Unión Europea, su principal motor económico y un actor político fundamental. Si hay bloqueo en Berlín, hay bloqueo en Europa. Durante los últimos años hemos convivido con un Gobierno de coalición alemán al que le ha costado tomar posiciones en los grandes debates europeos, y con un canciller, Olaf Scholz, que ha tendido a procrastinar en todas las discusiones fundamentales sobre el futuro del continente. ¿Tendremos un Gobierno más efectivo, un liderazgo más claro? ¿Será Alemania un país mucho más dividido?
Primero, un vistazo a las encuestas. Los conservadores tradicionales, los democristianos, (CDU/CSU), van claramente por delante y el consenso de las encuestas les dan entre un 29% y un 30%. Han caído desde su pico en noviembre, cuando el consenso llegó a darles un 34%, pero en las últimas semanas han ido cayendo. La estrategia de su líder y candidato a canciller, Friedrich Merz, de aceptar los votos de la extrema derecha, Alternativa para Alemania (AfD) en el Bundestag en un voto simbólico sobre la inmigración parece no haber funcionado, pero tampoco le ha hecho demasiado daño.
Por detrás está precisamente AfD, que ha contado con el respaldo explícito de la administración americana, tanto por parte del hombre más rico del mundo y agitador de referencia, Elon Musk, como del vicepresidente americano, JD Vance, que llegó a pedir el fin del brandmauer, el cordón sanitario que deja a AfD fuera de cualquier responsabilidad de Gobierno. Esta semana, en un debate de los principales candidatos, Merz ha vuelto criticar al partido de extrema derecha y ha asegurado que no permitirá su acceso a posiciones de responsabilidad. El consenso de las encuestas dan al partido de Alice Wandel un 21%, habiéndose estancado tras una fuerte subida desde noviembre (cuando contaba con el 18%) hasta finales de enero. Algunas encuestas sueltas apuntan a un mejor resultado del esperado por parte del partido extremista.
Por detrás se encuentran los socialdemócratas (SPD) del canciller Olaf Scholz, que tras estabilizarse en el 16% han empezado a caer en los últimos días (más abajo damos una posible explicación), y Los Verdes (Die Grünen) del vicecanciller Robert Habeck, con un 13% según el consenso de las encuestas, por encima del suelo del 10,6% que llegó a registrar en octubre, pero habiendo perdido ya impulso.
Ya sabéis que después entramos en el dominio del 5%. Por debajo de ese punto, no se accede al Bundestag, y por eso va a ser la obsesión de los partidos minoritarios el domingo. Ahora mismo las encuestas apuntan a que solamente uno de los tres partidos pequeños superarán ese umbral: el Die Linke (izquierdistas), que ha pasado del 3,2% que marcaba el consenso de las encuestas a finales de 2024 a 5,9%. Eso puede explicar el debilitamiento del SPD en las encuestas. El repunte de Die Linke parece lo único relevante de la campaña, pero no es para nada menor: si el partido entra con fuerza en el Bundestag, especialmente a la vista del cansancio que muestran las encuestas tanto para la CDU, como para SPD y los Grünen, existe la opción de que Merz no tenga los números ni para una gran coalición con los socialistas, ni para una alianza con Los Verdes. Volveremos a esto más adelante.
El partido populista Alianza Sahra Wagenknecht (BSW), una escisión de Die Linke que defiende una visión social conservadora, se encuentra según el consenso de las encuestas en el 4,5%, por lo que está al borde de quedarse fuera del Bundestag. De nuevo, si el partido de Wagenknecht logra escaños, la imagen del parlamento federal va a ser la de un hemiciclo mucho más fracturado en el que será difícil cerrar acuerdos. Los que parecen definitivamente perder el aliento en su carrera hacia el domingo son los liberales (FDP) del exministro de Finanzas Christian Lindner, con el consenso de las encuestas poniéndolo rozando el 4%, pero lejos todavía del umbral de entrada en el parlamento.
Las claves de la campaña ya sabéis cuáles han sido. La primera, obviamente, ha sido la inmigración, como demostraron las maniobras de Merz en el Bundestag. Se trata de un debate muy divisivo en Alemania, donde todos los partidos, también el SPD, se han movido a posiciones bastante más duras de las vistas hace años, especialmente a raíz de una serie de ataques realizados por solicitantes de asilo. Mi compañera Mónica Redondo ha escrito un reportaje sobre esto desde uno de los escenarios clave de la campaña. La segunda ha sido el rol de AfD, especialmente por el miedo a que la CDU/CSU hubiera debilitado el brandmauer en el Bundestag. Sin embargo, las interferencias de Estados Unidos a través de Vance han tenido el efecto contrario: han ayudado a que Merz, Scholz y Habeck estén más cohesionados en este punto.
Un tercer asunto ha sido el debate económico. La industria alemana pasa por un mal momento, con precios de la energía estructuralmente altos y unas exportaciones que se ven limitadas. La CDU ha intentado centrar su discurso en este punto, a pesar de que los problemas que atraviesa la economía alemana, en estancamiento desde hace años, hunde sus raíces mucho más allá del inicio del Gobierno de Scholz. Un elemento central es el “freno de deuda” que está incluido en la constitución alemana y cuya reforma se considera necesaria por el consenso de los economistas. SPD y Grünen han sido claros sobre su voluntad de reformarlo, pero la CDU/CSU se ha mantenido en posiciones más conservadoras. En todo caso, Merz se ha mostrado dispuesto a su reforma como parte de unas futuras negociaciones para formar Gobierno.
El cuarto gran asunto ha sido Ucrania. Aquí CDU, SPD y Grünen comparten un terreno común, con algunas diferencias de ambición. Ya os podéis imaginar qué defiende AfD. Todo esto quedó claro en el debate televisivo de este fin de semana, en el que el resto de candidatos atacaron a Weidel, que defendió que Berlín debería dejar de apoyar a Kiev. “No, no somos neutrales, no estamos en medio. Estamos del lado de Ucrania y, junto con Ucrania, defendemos el orden político que tenemos aquí”, apuntó el líder de la CDU. Además, el propio Merz afeó a Weidel mantener en su partido a Björn Höcke, líder en Turingia. Un tribunal dictó que Höcke utilizó durante la campaña electoral un lema usado por los Nazis sabiendo que pertenecía al discurso político de los nacionalsocialistas.
Bien, ¿qué podemos esperar tras las elecciones? Había dos escenarios bases en casi todos los análisis: una gran coalición de la CDU/CSU con el SPD, que ha funcionado en el pasado, o una coalición entre la CDU/CSU con los ecologistas. En los últimos días parecía que los democristianos y los Die Grünen limaban asperezas y se acercaban, a pesar de que ambos partidos han tenido choques muy sonados en el pasado. Será clave cómo de fuerte entre Die Linke en el Bundestag para ver si estas dos opciones siguen sobre la mesa. El peor escenario para Merz sería que los números dejaran una única opción: una coalición de la CDU/CSU con el SPD y Die Grünen.
Los efectos de este escenario serían que Merz tendría menos poder dentro del Gobierno y que veríamos de nuevo una Alemania que, si los tres partidos no se ponen totalmente de acuerdo en la hoja de ruta de la Unión Europea, traslade a Bruselas su bloqueo. Por el diseño de la cancillería alemana, cuando hay varios partidos gobernando y no logran ponerse de acuerdo, en los foros de la Unión Europea sencillamente se abstienen. Es el conocido como “voto alemán”, y en estos últimos años lo hemos visto con el Gobierno de SPD/Grünen/FDP. El otro efecto es que dejarías a AfD como líder de la oposición, con los únicos otros partidos en oposición siendo Die Linke y BSW (si entra en el Bundestag).
Europa y el “huracán Trump”
La semana pasada fue de infarto, y esta no ha sido mucho mejor. La administración de Donald Trump puso a prueba la alianza atlántica, hizo concesiones absurdas y públicas a Rusia de cara a una futura negociación de paz sobre Ucrania e insultó a la cara a los europeos con un discurso de JD Vance en la Conferencia de Paz de Múnich en la que el vicepresidente de los EEUU aseguró que en Europa se está suprimiendo la libertad de expresión al mismo tiempo que en la Casa Blanca se limita el acceso a los periodistas de Associated Press después de que la agencia decide no cambiar el nombre de Golfo de México por Golfo de América. La respuesta de los europeos a Vance debería haber sido esta, en inglés, a ver si así lo entiende: What a crybaby. Esta semana las cosas han seguido empeorando.
Ahora, al lío. ¿Qué está pasando en Europa mientras tanto? ¿Cómo se reacciona ante los cambios que estamos viendo? Lo primero, es que los líderes europeos se centran fundamentalmente en Ucrania. Hemos visto que algunos han interpretado algunas reuniones o maniobras de esta semana como una respuesta al discurso incendiario de JD Vance, pero la realidad es que en este punto los europeos mantienen la tesis que han utilizado desde que Trump ganó las elecciones: respirar hondo y no entrar en las provocaciones. Así que cuando los líderes de ocho países europeos (Francia, Alemania, Italia, España, Polonia, Dinamarca y Países Bajos, además del Reino Unido, que no forma parte de la UE, pero sí de la OTAN) lo que buscaban era maniobrar y reaccionar a la estrategia americana sobre Ucrania, no responder a Vance. También estuvieron presentes en el encuentro Ursula von der Leyen, presidenta de la Comisión Europea, António Costa, presidente del Consejo Europeo, y Mark Rutte, secretario general de la OTAN.
En París el foco se puso en si los líderes de estos países acordaban el envío de tropas de paz a Ucrania como garantía de seguridad en un futuro acuerdo de paz. Keir Starmer, primer ministro del Reino Unido, ya había anunciado que estaba dispuesto a enviar tropas británicas, por lo que la negativa de otros de los líderes que acudían al encuentro a hablar del envío de efectivos a Ucrania se leyó como una división. Creo, visto desde la distancia y los días que han pasado, que fue un error por parte de Starmer, porque puso todo el foco en un asunto equivocado.
Las tropas son para la paz. ¿Pero qué paz? Los líderes europeos salieron del encuentro con dos mensajes más o menos claros: el primero es que Estados Unidos debe dar también garantías de paz a Ucrania, a pesar de que Washington haya señalado que no tiene ninguna voluntad de hacerlo. Eso no significa poner tropas sobre el terreno, pero sí participar de las garantías. ¿Por qué? Porque viendo la tendencia de Trump, solamente si EEUU ve que una nueva agresión a Ucrania le arrastraría a una guerra con Rusia negociará una paz que sea efectiva. Si EEUU no tiene que participar en las garantías de seguridad a Kiev lo que veríamos probablemente sería un pacto rápido en el que Moscú y Washington se dividen prácticamente el país y que permita a Trump vender en casa que ha logrado un buen acuerdo con el que los americanos deben dejar de gastar dinero en enviar armas a Ucrania y ya está. Eso, y, evidentemente, porque los líderes europeos quieren saber que si un ataque ruso hace picadillo a su batallón de chavales de Luton, Villaverde y Nantes, los americanos reaccionarán y no dejarán solos a los europeos.
El segundo punto bastante claro que subrayaron fuentes europeas tras el encuentro, y que tiene que ver con el primero, es que todos están de acuerdo en que no debe haber un alto al fuego sin que haya un acuerdo de paz sólido. Aprender de las “lecciones de Minsk”, los pactos que no evitaron la nueva agresión en 2022. Un alto el fuego no garantizará que no haya un futuro ataque de Moscú sobre Ucrania, y ese, señalan todos en Bruselas, debe ser el objetivo principal. Se pueden hacer concesiones: perder territorio o asumir que el país no entrará en la OTAN. Pero el objetivo de la negociación es evitar otra guerra a medio plazo.
La realidad, sin embargo, es que todo apunta a que EEUU tiene en la cabeza una secuencia que empezaría con un alto el fuego, justo lo que rechazan tanto los europeos como Ucrania. Marco Rubio, secretario de Estado, se ha reunido esta semana por primera vez con Sergei Lavrov, ministro de Asuntos Exteriores ruso, en Riad (Arabia Saudí). Por supuesto, sin presencia ni de europeos ni de ucranianos. Esa reunión ayudó a que entendieran que una paz no va a ser sencilla.
Muchos analistas, y algunos humildes periodistas como yo, interpretamos al hablar con distintas fuentes que cuando Trump descubriera que los rusos no tenían intención de hacer cesiones en la negociación su reacción natural sería redoblar el apoyo a Ucrania para enviar el mensaje a Moscú de que debía aceptar un acuerdo antes de que EEUU se implicara mucho más en el conflicto hasta el punto de poder darle la vuelta. Eso se desprendía también de las reflexiones públicas de Keith Kellogg, el hombre al que Trump había escogido como su enviado especial para Ucrania. Por cierto, Kellogg ha pasado toda esta semana en Europa. Bueno, pues aparentemente estábamos totalmente equivocados.
La reacción de Trump no ha sido intentar acorralar a Rusia, ha sido intentar acorralar a Ucrania. Esta semana el presidente de los Estados Unidos ha empezado a hacerse eco de algunos de los clásicos de la propaganda rusa, como que Volodímir Zelenski, presidente de Ucrania, es un “dictador”. Puedes no estar de acuerdo con muchas cosas de Zelenski, desde luego no es un santo, pero no es un dictador, a diferencia de Vladímir Putin, presidente de Rusia, con el que Trump no parece tener ningún problema. Zelenski fue elegido en 2019, y desde 2022 está activada la ley marcial que impide la celebración de elecciones porque… bueno, ¿hace falta que lo explique? Naciones Unidas calcula que desde el inicio de la guerra habrían sido asesinados unos 12.000 civiles. Además, Trump ha asegurado que fue Ucrania la que empezó la guerra.
El lunes, cuando se cumplan tres años del inicio de la invasión (que, for the record: lanzó Rusia), Von der Leyen y Costa, así como algunos líderes europeos, viajarán a Kiev. Europa trata de mantener la cabeza fría, aprobando esta semana el decimosexto paquete de sanciones contra Moscú, porque las señales que llegan desde Washington no son contrarias a las sanciones. Las últimas dos semanas lo que han hecho ha sido reforzar la imagen de que Estados Unidos ya no es un aliado. Es un socio necesario, porque la realidad es que Europa ahora mismo no puede defenderse sola, pero desde luego ya no es un aliado. Los que todavía tienen alguna esperanza se abrazan a la idea de que Trump no podrá seguir un nuevo mandato, pero hay una visión más realista en Bruselas que indica que hay que empezar a asumir las consecuencias. Ucrania es solamente la primera prueba.
Una pequeña nota al pie: tras la reunión con los ocho grandes países europeos, Macron convocó otro encuentro, por videoconferencia, con los líderes de Bélgica, Bulgaria, República Checa, Chipre, Croacia, Finlandia, Estonia, Grecia, Irlanda, Islandia, Letonia, Lituania, Noruega, Portugal, Suecia, Eslovenia y Canadá, además del presidente en funciones de Rumanía y el líder de Luxemburgo, que estuvieron en persona en el Elíseo. La idea era incluir al resto de países europeos (o de la Alianza Atlántica) interesados en la conversación del lunes.
Cajón del sastre
Clean Industrial Deal: la semana que viene, la Comisión Europea presentará su “Clean Industrial Deal” (CID), un paquete para lograr acelerar la transición verde y la descarbonización de las industrias que más contaminan. En El Confidencial hemos publicado la mayoría del contenido de la comunicación, que también vendrá acompañada de la propuesta de reforma del marco de las ayudas de Estado, para que las capitales puedan inyectar dinero en las industrias limpias. Como parte del CID, Bruselas propone a los Estados miembros que reduzcan los impuestos energéticos todo lo que puedan, y les ofrece ayuda para desarrollar esquemas que reduzcan los precios de la factura de la luz, utilizando como ejemplo la solución ibérica.
Gasto en defensa: esta semana los ministros de Finanzas de la Unión Europea han hablado de cómo poder aumentar su gasto militar. Hay muchas opciones sobre la mesa, pero algunos Estados miembros consideran que ha llegado el momento de volver a utilizar los eurobonos que ya se usaron para el fondo de 650.000 millones de euros que se creó durante la pandemia para reactivar la economía de países como España o Italia, muy afectados por el Covid-19. Podéis leer más en El Confidencial. Además, y según publica esta semana el Financial Times, la Comisión Europea tiene identificados unos 93.000 millones de euros de ese mismo Fondo de Recuperación, que podrían redirigirse a gasto en defensa. El Ejecutivo comunitario calcula que hay una brecha de inversión de unos 500.000 millones de euros en capacidades militares.
Sefcovic en Washington: Maros Sefcovic, comisario de Comercio, ha viajado esta semana a Washington con el objetivo de seguir negociando con la administración americana e impedir que estalle una guerra comercial entre Estados Unidos y la Unión Europea. Trump ha anunciado aranceles al acero y el aluminio del 25%, y también ha pedido que se estudien posibles “aranceles recíprocos”, incluyendo entre ellos el impuesto al valor añadido (IVA, que, por supuesto, no es un arancel) o los distintos impuestos a servicios digitales, dos ideas que afectarían fundamentalmente a la Unión Europea. Como oferta para la negociación Sefcovic ha ofrecido a los americanos la posibilidad de reducir los aranceles a los vehículos producidos en EEUU, que en Europa afrontan aranceles del 10% frente al 2,5% que tienen que afrontar los vehículos europeos que entran en el mercado americano.
Petición de los banqueros: los gobernadores de los bancos centrales de España, Alemania, Italia y Francia han enviado una carta a la Comisión Europea pidiendo que se incluya al sector financiero en los nuevos esfuerzos de simplificación que está realizando la Comisión Europea, eliminando algunas de las regulaciones que se pusieron en marcha después de la crisis del 2008. Donde la simplificación se da la mano con la desregulación. Esto es justo lo que José Manuel Campa, presidente de la Autoridad Bancaria Europea, ha pedido que no se haga. Los banqueros señalan que hay que revisar las normativas europeas que crean “distorsiones de la competencia a nivel internacional, sin ningún beneficio significativo para la estabilidad financiera”. Podéis leer más en Bloomberg.
La cruzada de Meloni: la primera ministra italiana, Giorgia Meloni, ha lanzado una cruzada para reformar la judicatura del país, la misma que, por cierto, está frenando su plan migratorio con Albania. Los jueces están a la defensiva y planean una huelga, pero el Gobierno está decidido a terminar el trabajo que ya intentó el difunto Silvio Berlusconi, antiguo primer ministro y líder populista, fundador de Forza Italia. La cruzada de la líder ultraconservadora de Fratelli d’Italia tiene motivos ideológicos de fondo, pero eso no quita que el sistema judicial italiano no deba ser reformado, siendo uno de los más lentos de la Unión Europea. “Básicamente, quieren gobernarse a sí mismos. Pero hay un problema. Si yo cometo un error, los italianos pueden echarme. Si ellos cometen un error, nadie puede decir ni hacer nada. Ningún poder en un Estado democrático funciona así”, aseguró Meloni en una entrevista televisiva hace algunas semanas. El pulso de Meloni tiene como objetivo fundamental el reducir el poder de la judicatura rompiendo vínculos entre los fiscales y los jueces.
Negociaciones en Austria: tras el derrumbe de las negociaciones entre los conservadores tradicionales del ÖVP y la extrema derecha del FPÖ. Ahora, Alexander van der Bellen, presidente de la República, tiene varias opciones sobre la mesa, entre ellas unas elecciones anticipadas en las que el FPÖ aumentaría la victoria que ya registró en septiembre. El ÖVP y los socialdemócratas (SPÖ) llevan negociando ya unos días y se muestran optimistas respecto a la posibilidad de cerrar un acuerdo de coalición pero para el que los números serían muy ajustados, por lo que habrá presión sobre los liberales de NEOs o Die Grünen para que apoyen al Ejecutivo. Hace unos meses ya fracasaron las negociaciones entre ÖVP, SPÖ y NEOs.
“Traición” en Bucarest: sigue el caldeado camino hacia las elecciones presidenciales de mayo en Rumanía después de que las anteriores fueran canceladas por el Constitucional después de que en la primera ronda el candidato pro-Kremlin de extrema derecha Călin Georgescu, que en las encuestas se situaba muy lejos de ser el favorito, se impusiera al resto de candidatos. La seguridad rumana asegura que la campaña de Georgescu contó con apoyo exterior, aunque Moscú niega haber financiado la campaña del candidato rumano. La realidad es que todavía no se han mostrado pruebas definitivas que justificaran la cancelación de la segunda ronda, y no está claro si Georgescu podrá presentarse en mayo o no. Recientemente el líder de extrema derecha ha asegurado que si es finalmente elegido como presidente de la república hará que se juzgue a los miembros del Constitucional por “traición”. “Tales muestras de 'virilidad electoral' son profundamente antidemocráticas y peligrosas, mañana pueden volverse contra cualquier ciudadano que se le oponga”, ha criticado Marian Enache, presidente del Constitucional. Por cierto, la administración rumana está siendo sometida a fuertes presiones por parte del equipo de Trump para garantizar que Georgescu, que entre otros asuntos tiene un discurso hostil a la OTAN, pueda participar en las elecciones de mayo. Visto lo visto, ese es el primer paso para que Washington trate de que gane las elecciones después.