Nexo Europa (nº 235) - La frontera este-sur
Es viernes y este es el número 235 de Nexo Europa, la newsletter de actualidad y análisis de asuntos europeos. Hemos tenido una semana muy intensa, con presentación de varios asuntos importantes por parte de la Comisión Europea, pero también con un intenso Consejo Europeo. Gracias a su presidente, António Costa, hemos tenido una cumbre de un día, y no de dos, y yo os escribo desde mi casa y no desde el edificio Justus Lipsius. Siempre agradecidos, António. Vamos al lío.
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Esta semana en‘Estación Europa’, el podcast de asuntos europeos, hemos probado con un nuevo formato y hablamos un rato de un libro: ‘La capital’, de Robert Menasse. La idea será, de vez en cuando, traer al podcast libros para entender algo mejor Europa, la Unión Europea y sus instituciones. No solamente de actualidad vive el hombre. La pregunta que nos hacemos es: ¿lee la gente realmente una novela inspirada en la UE (como es ‘La capital’)? ¿Por qué nos resulta tan farragoso? Mi apuesta es que no tenemos más productos culturales basados en la Unión Europea no tanto porque sea compleja (como muestra el libro), sino más bien por el dominio cultural americano. Podéis escucharlo en Spotify, iVoox y Apple Podcast.
Una frontera este-sur
Esta semana hemos tenido el Consejo Europeo formal de marzo. Ya no estamos acostumbrados a estas reuniones de líderes europeos en las que se hablan de distintos asuntos. Nos hemos empezado a acomodar a las reuniones en las que hay un solo asunto. En esta ocasión los Veintisiete discutían sobre el apoyo a Ucrania, los planes de rearme europeo y la competitividad de la Unión Europea, además de almorzar con António Guterres, secretario general de Naciones Unidas.
Pero el asunto central de la reunión ha sido la visible distancia que separa a los países del norte y el este de Europa respecto a los del sur en cuestiones cruciales. Fundamentalmente dos: el plan de rearme y el apoyo a Ucrania. Empecemos por lo primero. Como sabréis, la Comisión Europea presentó este miércoles su Libro Blanco sobre defensa, en el que ha detallado un plan para lograr que la Unión Europea sea capaz de disuadir un ataque ruso en 2030. Eso significa mucho dinero, bien dirigido a las necesidades fundamentales y con coordinación. El Ejecutivo comunitario pone algunas ideas sobre la mesa, haciendo hincapié en las compras conjuntas y desarrollando algo más en detalle el plan de 150.000 millones de euros que obtendrá con eurobonos y que prestará a los Estados miembros en forma de créditos ventajosos para proyectos militares transfronterizos. No entraré demasiado en detalle aquí, para los que queráis profundizar podéis leer esto.
La cuestión es que a su llegada al Consejo Europeo Pedro Sánchez, presidente del Gobierno de España, mostró su oposición a la idea de hablar de “rearme”. No se opone al plan, pero sí a la terminología. Considera que hay que mantener la idea de que Europa es un “soft power” (poder blando), aunque ahora haya que apostar por invertir en defensa. Es una idea similar a la que defiende el Gobierno italiano liderado por la ultraconservadora Giorgia Meloni. De hecho, las dos delegaciones han trabajado juntas en esta cumbre intentando retocar algunos elementos lingüísticos, como es el que “defensa” siempre vaya acompañado de “seguridad”. Al terminar la reunión, Von der Leyen trató de despejar balones, señalando que el plan en realidad no se llama “rearmar Europa” (spoiler: sí se llama así), sino “Preparación 2030”.
El problema es que este es justo el mensaje contrario al que defienden muchos países del este, incluidos también muchos líderes políticos en Bruselas. Precisamente tras este impulso europeo por aumentar el gasto en defensa está la idea de la percepción de un riesgo que es prácticamente inminente. Muchos países consideran que hay que explicar a los ciudadanos que el tiempo de la paz infinita y el “fin de la Historia” ha terminado. Que la violencia ha vuelto, y que Europa tiene que prepararse para lo peor y esperar lo mejor. En ciertos Estados miembros alejados de la frontera de Rusia también vuelve a debatirse abiertamente sobre el servicio militar obligatorio.
Los comentarios de Sánchez han generado cierto malestar. Algunas fuentes diplomáticas, que se lo toman con más calma, explican que el nombre del plan es irrelevante mientras se avance en el aumento en inversión en defensa. El problema del presidente del Gobierno es que necesita hacer equilibrios, como le ocurre al de Meloni: ambos tienen socios que se oponen abiertamente a cualquier cosa que suene a aumento de inversión en defensa, y los dos líderes están teniendo que intentar sonar menos militaristas en casa al mismo tiempo que suenan más convencidos en Bruselas. Por ahora no está saliendo bien.
Además, España tiene otro problema, y ya lo explicamos aquí hace algunas semanas, y es que quiere que se tenga en cuenta como gasto en defensa conceptos más amplios que el gasto militar, como por ejemplo ciberseguridad o inversión en gestión de fronteras. Fuentes comunitarias ya han explicado que no se puede ser excesivamente flexible en qué debe calificarse como inversión en defensa, y algunos países del norte y del este también ven con sospecha lo que consideran un ejercicio de ingeniería contable para evitar embarcarse en un rearme real.
Para los pequeños países del este esta cuestión léxica y los esfuerzos por tratar de ampliar el concepto de defensa es reflejo de algo más serio y que se refleja de manera práctica en el apoyo a Ucrania. El lunes Kaja Kallas, Alta Representante de la Unión para Política Exterior y de Seguridad, presentó un plan, al que se había bautizado en esta ciudad como “plan Kallas” para ofrecer a Ucrania una financiación estable y predecible tras la retirada de Estados Unidos. La estonia propuso al Consejo de Asuntos Exteriores un paquete de 40.000 millones de euros que se repartiría según el peso de las economías de los Estados miembros que participaban. Lo hizo casi sin consultar a las capitales. Tampoco a las más grandes. Segundo spoiler: sale mal.
Italia y Francia rápidamente rechazaron la idea, lo que hacía ya no tuviera demasiado sentido, y todavía menos en cuanto España dejó claro, por boca de José Manuel Albares, ministro de Asuntos Exteriores, que ellos tampoco consideraban que hubiera un plan firme sobre la mesa para apoyar, remitiéndose a los 1.000 millones de euros que ya ha anunciado Madrid en apoyo bilateral a Kiev. Los Estados miembros, más pequeños, nórdicos y del este, que han estado financiando los mayores paquetes de ayuda militar a Ucrania consideran que a las economías grandes les toca dar un paso hacia delante y no les ha sentado bien que el “plan Kallas” haya tenido tan poco recorrido.
Dentro de la propia Comisión hay críticas a la Alta Representante por lo que consideran que ha sido un intento de acorralar a los países más grandes y forzarlos a prometer más ayuda sin haberlo consultado antes con ellos. El reparto por peso económico significaría que España, por ejemplo, tendría que triplicar su envío de asistencia a Kiev. Eso, en un momento en el que las cuentas están muy ajustadas y algunos países como la propia España o Italia tienen que dedicar mucho más a la inversión en defensa en sus propios ejércitos, parece fuera de la mesa. Por el momento Kallas ha tratado de modular su apuesta y ha lanzado otra iniciativa para reunir 5.000 millones de euros para comprar munición de forma urgente a Ucrania. Veremos si esta nueva idea tiene algo más de recorrido.
La cuestión es que estos dos debates han mostrado las diferencias que existen ahora mismo entre el norte/este y el sur. Para los que hemos vivido aquí tiempos pasados hay algunos ‘tics’ que recuerdan a crisis anteriores. Hay algunos países que sí han hecho sus deberes, tanto en gasto en defensa como en el apoyo a Ucrania, y otros que no. Un asunto en el que sí están de acuerdo el este y el sur es en que el plan de rearme de Von der Leyen (incluso si Sánchez y Meloni consiguen que no se llame así) debe incluir no solamente créditos ventajosos sino también transferencias a fondo perdido, como ocurrió durante la pandemia.
El problema es que en cuanto se trata de avanzar en esa idea vuelven a aparecer las divisiones, y vuelven a tener un cierto elemento moral. Esos créditos, ¿para quién? Los sureños, con economías grandes, necesitan invertir mucho en defensa y tienen muy poco espacio fiscal, por lo que tiene sentido que reciban ayuda europea, aunque por el momento aseguran que quieren las transferencias aunque no sean para ellos (ajá, claro). Para los del este debe servir para reforzar su flanco. En palabras de Kristen Michal, primer ministro de Estonia, su país está “apuntando y esperando algún tipo de programa centralizado para subvenciones”, pero con letra pequeña: “especialmente con el flanco oriental”. En la Comisión sospechan que si se abre el debate de los subsidios (o transferencias a fondo perdido) se va a montar un pifostio tremendo precisamente por esto, por la distribución. Con el Fondo de Recuperación durante la pandemia era sencillo, calculándose a raíz del impacto que las economías europeas sufrieron a raíz del coronavirus. Esta vez no sería tan sencillo.

El foro del poder
La semana pasada publicamos este largo análisis en El Confidencial sobre el “rearme ideológico e intelectual” de Europa en esta nueva era, la de la ruptura de casi un siglo de alianza transatlántica. Os recomiendo que lo leáis, porque creo que damos algunas claves sobre esta etapa en la que hemos pasado de la “Europa del optimismo” a la “Europa de la supervivencia”. En todo caso, aquí quiero comentar un asunto que mencionamos en el artículo, pero que creo que merece más atención.
La actual situación de Europa requiere tomar decisiones respecto a cuestiones que afectan al núcleo de la soberanía nacional de los miembros de la Unión Europea, y es algo que ninguno de los líderes permitirá que decida ni el Parlamento Europeo ni desde luego un miembro de la dirección general de lo que sea de la Comisión Europea. A medida que la UE se interna en un difícil debate de seguridad y defensa lo normal será que sean los líderes europeos los que asuman directamente los mandos, con un papel instrumental para Ursula von der Leyen, presidenta de la Comisión Europea, y un papel de figurante para el Parlamento Europeo.
El Consejo Europeo ha ido ganando poder de manera sistemática desde hace ya 15 años, con la llegada definitiva de la era de la ‘policrisis’, primero con la crisis financiera, seguida de la migratoria, del Brexit y de Trump, para después dar paso a la pandemia y la guerra en Ucrania. Todas estas crisis tenían una carga política muy alta y las decisiones que se tomaban tenían tal calado que solamente los líderes podían asumir la carga política de las mismas. Esto ha hecho que el Consejo Europeo, que ha cumplido recientemente 50 años, haya mutado. Ya no es un foro distendido de debates entre jefes de Estado y de Gobierno que marcan la dirección política del club mientras se fuman un puro en algún chateau en la campiña francesa, como cuando lo impulsó el presidente francés Valéry Giscard d'Estaing. Ahora es un foro de decisiones y de política.
El europeísmo se ha visto muy identificado con las tendencias más federalizantes: un Gobierno europeo, con un Parlamento Europeo, un rol menor del Consejo y de los Estados miembros, la reducción a su mínima expresión del Estado nación a favor de una patria europea. De hecho, vemos todavía este discurso con mucha fuerza en lugares como España o Italia, donde se favorece una especie de “patriotismo europeo”. Ante los acontecimientos de las últimas semanas, la incertidumbre y el miedo, junto con la convicción de que es necesario actuar de manera conjunta, se ve este impulso federalizante, absolutamente mayoritario en algunos sectores europeístas, especialmente en países como España. Pero hay dos noticias relevantes para ellos.
La primera es que, como digo algo más arriba, aquí no estamos hablando de cuestiones en las que vaya a ser sencilla una cesión de soberanía. Cuando hablas de seguridad y defensa, de tomar decisiones sobre vida o muerte, nadie quiere ‘federalizar’ nada. Ningún líder puede correr el riesgo de que la decisión de que manden a sus chavales a un frente en Tallín lo tome un grupo de trabajo de la Comisión Europea con mayoría cualificada inversa. Y ese es un ejemplo extremo, pero incluso decisiones no directamente relacionadas con la propia guerra requieren de una conexión directa entre la soberanía nacional y la decisión a nivel europeo. No sé si el foro va a ser necesariamente el Consejo Europeo, pero desde luego no va a tener la forma tradicional de integración en el que pensamos los europeos occidentales.
La segunda es que la Europa que imaginan los federalistas clásicos dejó de existir en 2004. La gran ampliación hacia el este incluyó a una serie de países que ingresaron en el club con un bagaje histórico y una experiencia del siglo XX radicalmente diferente a la de los Estados miembros que ya formaban parte del bloque comunitario. Para Polonia o Estonia su aspiración no es fundirse en un ente posnacional y paneuropeo, porque en su experiencia del siglo pasado el Estado nación no fue el culpable de sus sufrimientos. La ocupación soviética es su particular herida (mientras que para los occidentales la máxima herida son los horrores del siglo pasado provocados por el nacionalismo) y por lo tanto Europa (y la OTAN) son para ellos una garantía de su existencia como Estado nación (que siempre se ha visto arrasada cada poco tiempo por imperios a uno y otro lado), no un camino para su desaparición. Por eso hablamos de la “Europa de la supervivencia”.
Casi todos los líderes europeos coinciden en que es necesario dar un salto adelante para responder unidos a los desafíos actuales, pero la hoja de ruta será probablemente diferente a la que los europeístas clásicos tienen en la cabeza. ¿Cómo será? A eso ya no podemos responder, pero sí desde luego que la mutación que está viviendo Europa va a requerir pensar de manera creativa y del marco al que hemos estado acostumbrados. Si queréis ampliar información os dejo aquí el análisis del pasado fin de semana.
Cajón del sastre
Buy European?: un asunto que ya comentamos aquí la semana pasada es que Europa no tiene únicamente un problema de no tener armas, sino de no tener capacidad de producirlas. Por eso es necesario que los esfuerzos de rearme se dirijan también en gran medida a crear una industria autónoma, especialmente viendo la preocupación que genera en algunas capitales la posibilidad de que el armamento americano pueda no funcionar si Washington decide que así sea. La empresa americana que fabrica los cazas F-35 lleva días tratando de explicar que no hay un mecanismo que impide que sus aparatos funcionen. Pues bien, el Libro Blanco de defensa ha sido un campo de batalla sobre la discusión de la prioridad europea, con Francia defendiendo la corriente de que debe reforzarse la autonomía estratégica y apostar siempre que sea posible por industria doméstica, y países del este priorizan el aumentar sus arsenales, independientemente de su procedencia. En el documento había unos párrafos dedicados a la prioridad europea en licitaciones públicas que acabaron desapareciendo en el texto final, aunque sí se mantiene una cierta prioridad en el fondo de 150.000 millones, aunque con letra pequeña: se establece que el 65% del coste del proyecto debe invertirse en industria europea, pero en caso de haber acuerdos de seguridad con países terceros sus industrias también pueden participar.
Efecto embudo: la Comisión Europea no quiere que el mercado europeo sea en el que acabe todo el aluminio de otros países terceros que ahora van a tener más difícil acceder al mercado americano por los nuevos aranceles de Estados Unidos. Por eso Bruselas ha anunciado investigaciones para poder tomar medidas para salvaguardar a una industria que ya se encuentra en una situación delicada. Si siguiera el esquema utilizado para proteger el sector acerero desde 2018, la UE podría establecer una cuota a partir de la cual se aplicarían aranceles. Por otro lado, Bruselas también ha señalado que hará una propuesta para alargar precisamente estas medidas sobre el acero, que decaen a mediados de 2026. Podéis ampliar pinchando aquí. Además, esta semana el Ejecutivo comunitario ha anunciado que las contramedidas para responder a los aranceles de Trump, por valor de 26.000 millones, ya no se aplicarán en dos fases, una primera a inicio de abril y otra a mediados de mes, sino que todo será a mediados de abril. La idea es poder coordinarse mejor con los Estados miembros y también dar algo de margen para negociar con Washington, aunque en la capital comunitaria son muy escépticos sobre las posibilidades de éxito de la negociación.
La DMA sigue adelante: la Comisión Europea ha avanzado en sus investigaciones bajo la Acta de Mercados Digitales contra Alphanet (Google) y Apple, a pesar de las amenazas de la administración de Donald Trump, que ha exigido a la Unión Europea que no aplique su regulación digital a las ‘big techs’. Teresa Ribera, vicepresidenta ejecutiva de la Comisión Europea, ya avisó de que las investigaciones seguirían adelante. El Ejecutivo comunitario da a Apple requisitos de interoperabilidad, mientras que a Alphabet le exige que cambie sus normas para que los desarrolladores de aplicaciones puedan comunicarse con los usuarios. En última instancia, la Comisión Europea puede imponer multas de hasta el 10% de la facturación global, y de un 20% en caso de repetición de las infracciones. Podéis leer más aquí.
¿Qué cenan los líderes?: quizás alguno os hayáis preguntado qué cenan los jefes de Estado y de Gobierno cuando se reúnen ayer. Aquí el menú de ayer: salsifíes con salsa muselina, rodaballo con reducción de jugo de zanahoria y de postre aguacate, mango y lima. No triunfó. “Un Consejo Europeo más con este menú y creo que la UE se vendrá abajo”, bromeó una fuente diplomática.
Radio Free Europe: ya sabréis que Estados Unidos ha cortado la financiación a Radio Free Europe, un medio insignia para los países del este de Europa y que jugó un papel muy importante en informar a las sociedades del otro lado del Telón de Acero. Una de esas personas que recibían la señal de RFE era Kaja Kallas, hasta hace poco primera ministra estonia y ahora Alta Representante de la Unión para Política Exterior y de Seguridad. “¿Podemos ocupar el espacio que EEUU está dejando? No automáticamente, porque tenemos muchas organizaciones que están llegando con la misma petición para nosotros”, señalaba esta semana Kallas, haciendo referencia a las muchas asociaciones, medios y organizaciones que con la revolución que se está viviendo en Washington han dejado de recibir una financiación que era clave para mantener su labor.
Make Minas Great Again?: Lituania, Letonia, Estonia y Polonia, todos miembros de la Unión Europea y de la OTAN, han decidido abandonar la convención de Ottawa de 1997 para eliminar el uso de minas antipersonas, un acuerdo internacional firmado por 160 países pero entre los que no se encuentra Rusia, la principal amenaza para estos cuatro países del flanco este de la Alianza. “A la luz de este inestable entorno de seguridad marcado por la agresión de Rusia y su continua amenaza a la comunidad euroatlántica, es esencial evaluar todas las medidas para reforzar nuestras capacidades de disuasión y defensa”, escriben los ministros de Defensa de los cuatro países, que señalan sin embargo que se mantienen “comprometidos con el derecho internacional humanitario, incluida la protección de los civiles durante los conflictos armados”. Podéis leer la carta aquí.
El final de Northvolt: la compañía sueca Northvolt, que ya pidió apoyo del llamado ‘capítulo 11’ que permite recibir ayuda en Estados Unidos ante el riesgo de bancarrota, como contamos aquí. La semana pasada se declaró oficialmente en bancarrota en su Suecia natal y asestó un durísimo golpe a la principal esperanza del sector de las baterías ‘made in Europe’, aunque Northvolt Alemania no se ha declarado en bancarrota por el momento. Detrás de la empresa estaban algunos de los principales gigantes europeos, como Siemens, BMW o Volkswagen, además de fondos como JP Morgan. La compañía, que arrastraba deudas por valor de 8.000 millones de dólares, considera que las menores ventas de vehículos eléctricos respecto a lo que estaba proyectado ha sido clave en su caída, así como el aumento del coste de las materias primas y la competencia de los mercados asiáticos. En Bruselas se ha seguido la noticia con preocupación, porque de hecho uno de los objetivos de la Comisión Europea es potenciar las baterías hechas en la Unión Europea. ¿Es Northvolt un aviso sobre la viabilidad real de las gigafactorías y la industria de las baterías que se está intentando impulsar en Europa? La pregunta es también relevante para España, ya que Sagunto (Valencia) fue el lugar elegido por Volkswagen para construir una de sus gigafactorías que han contado con financiación del Fondo de Recuperación creado durante la pandemia, recibiendo hasta ahora 152 millones de euros en subvenciones. “No cabe duda de que se han cometido errores en el proyecto industrial y económico de la empresa”, ha escrito recientemente Paschal Canfin, eurodiputado liberal francés de Renew Europe y una de las voces más autorizadas sobre la cuestión de la industria limpia en la Eurocámara. “Sin embargo, la Unión Europea nunca debe renunciar a construir una industria europea de baterías. Es una cuestión de soberanía, creación de valor y empleo para nuestras regiones”, ha añadido, haciendo referencia finalmente a una experiencia que marca la relación de Bruselas con el desarrollo de este tipo de tecnologías: “Hace unos años perdimos la batalla industrial de los paneles solares. ¡No volvamos a cometer el mismo error!”, escribió Canfin, señalando la ventaja competitiva que la UE tenía en un sector del que fue completamente barrido por China.
Hungría contra el Orgullo: ya os contamos aquí hace algunos días que el Gobierno húngaro maniobraba para sacar el Orgullo Gay de las calles de Budapest. El asunto se votó esta semana en el parlamento húngaro entre protestas de la oposición liberal, que lo considera un paso más del Ejecutivo autoritario de Viktor Orbán para perseguir a la comunidad LGTB. Fidesz, miembro de la familia política de Patriotas por Europa (PfE), ha sacado adelante una ley que prohíbe “las reuniones que promuevan o exhiban el cambio de sexo de nacimiento o la homosexualidad”.
La batalla por Rumanía: George Simion, el líder de extrema derecha del AUR, ha recibido el visto bueno del Constitucional para participar en las elecciones presidenciales de mayo y toma así el testigo de Călin Georgescu, que tiene prohibido participar en esos comicios (que como recordaréis fueron anulados por el Constitucional en diciembre). Pero Simion está intentando apostar por un mensaje más distanciado de Moscú del que ha tenido Georgescu, que en ningún momento tuvo problema en mostrarse servil hacia el Kremlin. Nicușor Dan, alcalde de Bucarest, es la pieza clave del sector pro-occidental de cara a las elecciones. Dan es un político independiente pero vinculado a USR, un partido que forma parte de la familia liberal europea de Renew Europe, y que según las últimas encuestas está en disposición de ganar en la segunda ronda a los dos candidatos de extrema derecha que se están barajando en estos momentos. El alcalde de Bucarest se separó de USR después de que la formación se opusiera a un intento de reforma constitucional para redefinir el matrimonio únicamente como la unión de un hombre y una mujer, considerando que el partido no debía dar la espalda a sus sectores conservadores.
Entender las protestas en Serbia: desde hace algunos meses llevamos escribiendo en esta newsletter sobre las protestas que han ido ganando fuerza en las calles de Belgrado, donde estudiantes han protestado contra la corrupción del Gobierno liderado por Aleksandar Vučić a raíz de la muerte de 15 personas tras un accidente en la estación de Novi Sad. Para ellos el incidente representa bien la corrupción del Ejecutivo de Vučić. El pasado fin de semana las movilizaciones alcanzaron otra escala totalmente distinta, con cientos de miles personas (fuentes no oficiales apuntan a 500.000, otros a cifras más moderadas como 100.000) recorriendo las calles de Belgrado. Algunos intentan leer estas protestas en una clave (pro)europea, pero es un error. Para los manifestantes la Unión Europea está lejos de ser inspiradora y de hecho ha sido un elemento estabilizador para Vučić, con asuntos como el acuerdo sobre materias primas críticas firmado en junio de 2024 (podéis encontrar más información aquí) que está facilitando el proyecto de una mina de litio de la empresa Rio Tinto en el distrito de Mačva, al oeste del país, y que cuenta con la oposición de la mayoría de serbios, hasta tal punto que en 2022 el presidente anunció la paralización del proyecto, que ha vuelto a moverse a raíz de los acuerdos de 2024, aunque la mina no tiene previsto abrir hasta 2028. La UE siempre ha evitado desestabilizar a Vučić, incluso a pesar de sus tics autoritarios que han hecho que algunos denominen a su sistema una “estabilocracia”: está ahí para dar estabilidad, aunque sea al precio del Estado de derecho. Miguel Roán explica muy bien en El Confidencial por qué los manifestantes no cuentan con ningún respaldo exterior.
Postura respecto a Siria: los ministros de Asuntos Exteriores de la Unión Europea se reunieron esta semana con su homólogo sirio, Asad al Shibani, tras las matanzas de las últimas semanas por parte de fuerzas progubernamentales contra miembros de la minoría alauita en la zona costera. “Es un desarrollo muy preocupante”, explicó Kallas en una rueda de prensa, que subrayó que es necesario continuar con el levantamiento de las sanciones porque el mantenimiento de las medidas restrictivas podría contribuir al “caos” y la “guerra civil”. “La discusión entre los ministros es que en este momento, si queremos prevenir más violencia tenemos que darles esperanzas”, señaló la Alta Representante de la Unión para Política Exterior y de Seguridad, aunque ha señalado que “vigila de cerca” cómo Damasco reacciona y persigue a los grupos responsables de las masacres.